Acto homenaje a Pedro Patiño y los últimos fusilados del franquismo

El pasado domingo rendimos un homenaje en Ágora a Pedro Patiño y los últimos fusilados del franquismo. Realizamos proyección del documental SEPTIEMBRE DEL 75 (https://www.youtube.com/watch?v=IRsimQ_vYUc) que describe los últimos fusilados del franquismo. Relata las circunstancias de sus irregulares detenciones, las torturas, y la parodia de juicio que los condenó. Frente al mito de un franquismo light a partir de los 40, queda claro que el franquismo fue un régimen criminal hasta sus últimos estertores. Incluso después el franquismo ha seguido asesinando como en la matanza de los abogados de Atocha en 1.977.

Tras la proyección del documental Pablo Mayoral uno de los miembros del FRAP juzgados en los juicios militares sumarísimos del 75 dirigió unas palabras resaltando la importancia de aquellos hechos y su enorme repercusión nacional e internacional que fue un importante factor en la caída del franquismo al dejar este patente su incapacidad de cambio.

Anunció Mayoral también la convocatoria a un gran acto de homenaje a los fusilados al que deberíamos acudir todos/as los que entendemos que hay que agradecer la lucha que realizaron tantas personas en defensa de derechos laborales, civiles y de la democracia. Hay que tener en cuenta que los cinco asesinados como antes otros fusilados, son la punta de un iceberg de condenas, torturas, “suicidios”, balas al aire, represión, privaciones de libertad, acoso familiar… personas que a pesar de ello, lucharon y siguieron luchando desde las cárceles o desde la calle en defensa de los derechos de todos y todas.

ACTO PÚBLICO DE MEMORIA 27-IX-1975: Cinco jóvenes antifascistas fusilados. El precio más alto por la libertad Madrid, 26 de septiembre 19 h

El próximo 27 de septiembre se cumplen 40 años de los últimos fusilamientos del dictador Franco, que cerró con ese crimen su negra ejecutoria y mereció el definitivo aislamiento y condena internacionales. Este 40 aniversario, a nuestro entender y sentir, hace necesario el recuerdo, el reconocimiento y el homenaje a aquellos cinco jóvenes que entregaron su vida por la libertad de todos los pueblos de España. Hace falta rescatar la memoria de aquel tiempo para entenderlo con justicia. Los últimos años del dictador no fueron una agonía blanda. Fueron una época de terror y feroz represión.

El aparato de Estado cargó sus armas, y las usó: murieron manifestantes por pedir agua o mejores salarios, se decretaron estados de sitio, el garrote vil volvió a escena, hubo miles de detenidos, los torturadores eran reputados héroes del Régimen… Hace falta rescatar la memoria de aquel tiempo para tratarlo con justicia. Luchar contra la dictadura franquista era mirar de cara a la muerte. Ninguna libertad ni garantía democrática protegía a los que se enfrentaban a ella. Estos cinco jóvenes, Xosé Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Ángel Otaegui y Juan Paredes, Txiki, lo sabían y, pese a ello, no quisieron rendirse. Por eso pudo Xosé Humberto Baena comenzar su carta de despedida con una serenidad escalofriante: “Papa, mama: me fusilarán mañana…”, o pudo Juan Paredes Manot, Txiki, dedicar a sus hermanos pequeños, en el reverso de una fotografía, las palabras del Che que figuran en su epitafio: “mañana cuando yo muera, no me vengáis a llorar. Nunca estaré bajo tierra, soy viento de libertad”. Hace falta rescatar la memoria de aquel tiempo para satisfacer una justicia que aún espera. El mundo condenó a Franco. Pero aún aquellas condenas ilegítimas no han sido revisadas ni anuladas, ni quienes las firmaron, en nombre de un régimen sangriento, han respondido de ello. Como de tantas otras cosas.

Ver:

http://memoriarepressiofranquista.blogspot.com.es/2015/09/acto-40-aniversario-de-recuerdo-y.html

El reloj. (Xoxé Humberto Baena)

Tengo un reloj. Es una de las pocas cosas que tengo. No me tengo a mi mismo, no soy mi dueño. Y dicen que las cosas de los siervos no son suyas, sino de los amos. Todo es de los amos. Los amos son como cuentan que es Dios: señores de todas las cosas. Y los siervos son como cosas… animadas.

Pero no voy a hablaros de un tema del que nos habla la vida todos los días. Voy a hablaras de "mi reloj”. Si me dejan, claro.

Mi reloj de pulsera es redondo y grande, de un modelo quizás un poco antiguo. Es de fabricación extranjera, como casi todo. Unos números sobre fondo azul rodean la esfera por el exterior y hacen de segundero. Los números interiores -de las horas- son clásicos, grandes y severos. Dos agujas cuadradas y una tercera larga y afilada. En el centro, sobre un fondo de luto descolorido se pueden leer, poniendo un poco de buena voluntad, algunas palabras en inglés, como en todos los relojes. Y por último, tiene un pequeño calendario en la parte derecha con dos doses Veintidós. Un veintidós que deja asomar a un veintitrés tímido, lento, que pugna por salir si el tiempo no impide o la mecánica o la mano brusca del hombre.

Pero os preguntareis por qué os hablo de mi reloj ¡si es como todos! No es de oro como el de los ricos y ni siquiera tiene muchos rubíes. Pero para mí tiene mucho valor.

Hay más motivos para que vosotros. los que no le queréis lo consideréis no solo un aparato normal y vulgar, sino también para que le insultéis llamándole viejo e inútil. Mi reloj tiene la correa rota. Inservible para la función que tenía que desempeñar. Un viejo reloj de pulsera que ya no puede sujetarse a mi muñeca. En realidad, fue sustituido en mis muñecas por otro tipo de ataduras que no acarician como la correa, sino que se hunden en la carne, inexorables, queriendo alcanzar los huesos. ¡Las esposas!

Y, para colmo, mi reloj, está parado. Sí, sí, está parado. Me llamareis loco. ¿Para qué quiere este tío conservar un reloj en esas condiciones?, os preguntareis.

Parado. Llas dos agujas grandes, cuadradas están fijas, insensibles al paso del tiempo. Forman un ángulo obtuso, pero abierto. Parecen señalar algo, ¿o quizás acusar? De lo que sí estoy seguro es de que dicen muchas cosas.

Para mi reloj son siempre las diez y cuarto pasadas. Una de las agujas casi cubre el calendario. Ese calendario en el que permanece el número 22 quieto, invariable.

Mi reloj se obstina en marcar las diez y cuarto de la noche del día 22. Quiere callarse el mes, es su secreto. Pero él y yo sabemos que se refiere al mes de julio. Es terco como las piedras, como las cosas muertas. Pero al mismo tiempo es suave, es leve, se deja llevar y me acompaña como el mejor amigo. No en vano es regalo de mi compañera que hoy ya no me puede regalar nada desde la cárcel de Yeserías aparte de su amor.

Algo o alguien ha impedido que mi reloj siguiese con su monótona melodía -tic,tac, tic,tac,-. Y sus agujas, que giraban como las aspas de un molino de viento, han sido "detenidas" en seco, enredadas en una telaraña acerada, invisible. Ese alguien o algo, no es el tiempo, porque el tiempo sigue, corre, avanza implacable para el que espera. ¡Me dijeron que hoy es ya 1°de septiembre . Tampoco ha tenido un fallo mecánico. El mecanismo de mi reloj no me hubiera privado voluntariamente de su musiquilla alegre y sempiterna, en estas circunstancias. ¡Ha sido la mano brusca del hombre la que me ha dejado sin un buen amigo!

En el anochecer del 22 de julio, mi reloj que me acompañaba como siempre, fue arrojado conmigo sobre el duro asfalto de la calle Barceló y, también como yo, fue golpeado y pisoteado. Y mi reloj se paró.

¿Se habrá parado por el golpe? ¿Se habrá parado como protesta? Quizás algún día cuando yo desaparezca y él salga a la calle y sea un poco más libre, comience a andar con lentitud acostumbrada, ciñendo la muñeca de un nuevo compañero. Pero mientras, mi reloj está muerto. Lo han matado.

Dicen que el corazón humano también es un reloj. Un gran reloj rojo.

Mi corazón -y el tuyo- media o se oprime según nuestro estado de ánimo. Mi corazón también suena como un viejo reloj. Hace tic,-tac,. A veces, me parecen golpecitos suaves; otras, fuertes e impotentes llamadas de auxilio, gritos inútiles de un naufrago desgarrando el silencio del océano. Con frecuencia, en la soledad de la celda, me detengo a escuchar su sonido, Cuando sucede esto, suelo reaccionar con energía y enfado pensando que su monótono ruido altera la paz de las cosas que me rodean. Entonces con los dientes apretados, mentalmente, le pido a mi corazón que se calle, que me deje dormir de una vez como duerme el suelo que yo piso, como duerme el hierro que sirve de reja a mi ventana. Pero él no se calla, no me deja, como el perro fiel al que le pegas y, pese a todo, campa tras tus pasos protegiéndote.

Hoy es 8 de septiembre. Mi corazón, aunque quisiera acompañarme siempre, dejará de hacerlo cualquier día de este mes de septiembre, de este septiembre frío, ya casi otoñal. Sus rítmicos y acompasados latidos no turbarán el silencio tras su última explosión de dolor y dicha. Cuando llegue ese momento, mi corazón estará ensanchado, crecido por la satisfacción de haber contribuido a que todos los demás corazones canten su música sin molestarse los unos por los otros, con libertad.

Mi corazón, como mi reloj, se habrá parado de una manera violenta. Alguien lo ha parado. Ha sido la mano de un hombre negro, gemelo de Hitler y Mussolini; ha sido la misma mano que frenó en seco contra el asfalto las manecillas de mi viejo reloj de pulsera. Un hombre negro, un monstruo satánico y anacrónico que lo destroza todo, que rompe una tras otra las cuerdas de todos los relojes del pueblo. Un hombre inhumano al que llamarán fascismo.

J.H. Baena Alonso (Daniel)

Cárcel de Carabanchel, septiembre 1975

Fuente: frap.es – Poemas de los fusilados

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